en esos años la vida era distinta, el agua escaseaba y el aire tenía un olor a vejez y humedad desde hacía ya varias décadas, él solo sabía esto por los relatos de su padre, un hijo del siglo en que murió la humanidad, como solía denominarse con su humor negro característico. De sus treinta años vividos, poco recordaba de su infancia antes de la guerra causada por el calentamiento global que no fue atajado a tiempo. Nunca vio, DE VERDAD, a una vaca, solo las fotografías que encontraba en las national geographic antiguas que quedaban en las ciudades cubiertas polvo y olvido y que él con Bruno se dedicaban a recorrer en búsqueda principalmente de agua entre el montón de objetos que les parecían absolutamente inservibles. Por suerte aprendió a leer y por esto los libros se convertían en tesoros muy preciados...
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